Un momento crucial de la Semana Santa es el Viernes Santo. Cristo muere por nosotros, su costado abierto nos abre las Puertas de lo Cielo... Nosotros meditamos su Pasión, ayunamos y vivimos con dolor el único día del año en que no hay Misa, no hay Consagración en ninguna iglesia de la tierra por que el Novio nos ha sido arrebatado (cf. Mt 9,15).

Esto más o menos lo tenemos presente todos. Por ello, más que ahondar en el sentido salvífico de la Cruz, donde Cristo nos amó hasta el extremo (cf. Jn 13,1), concluyendo en el madero lo que inició en la Mesa con sus discípulos; quiero dirigir brevemente la mirada a una realidad que es casi un tabú en la sociedad hedonista en la que vivimos: Nadie es más que su maestro y nos ha de bastar ser como nuestro Señor (cf. Mt 10, 24-25). Por tanto, si Jesús murió en la Cruz, memento mori. Es decir, recuerda que morirás.

Salvo que en ti se desvele el misterio de 1Cor, 15,51 y seas transformado sin morir, tarde o temprano partirás de la vida terrena y deberás comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir según hayas obrado (cf. 2Cor 5, 10). ¿Por qué entonces vivir de espaldas a esta realidad?. ¿Acaso con no pensar en ello evitas que termine ocurriendo?.

No se trata de amargarse la vida, ni ser pesimista, ni vivir con el miedo de que la muerte te este asechando en cada esquina. Se trata simplemente de tomar consciencia de que esta vida tiene fecha de caducidad y que con ella no acaba tu existencia, pero lo que hagas en esta vida determinará como pasarás el resto de tu existencia... y la eternidad es muy, muy larga.

Te invito, pues, a que inviertas parte de tu tiempo terrenal en tu futuro celestial y ahondes en los Novísimos o Postrimerías (muerte, Juicio, Cielo, Infierno y Purgatorio). Y esta invitación no nace de que me levantara deprimido y con ganas de morir... Y encima de que tengo el día estropeado, te lo quiero estropear a ti. Al contrario, soy feliz (aunque consciente de que la conversión se lucha cada día) y quiero tu felicidad y salvación. Y Dios también la quiere, por eso te dice en Eclo. 7, 40: "en todas tus acciones acuérdate de tus postrimerías, y nunca pecarás".  No en vano se decía aquello de "ten, cristiano, siempre en tu memoria: muerte, juicio, infierno y gloria".

Por ello, después de esta invitación, te pido por tu bien, que no huyas de la confesión, único medio ordinario para el perdón de los pecados (al caer hay que levantarse, no seguir chapoteando en el barro), y que te esfuerces para intentar estar preparado cada día y con la lámpara llena de aceite, por si es hoy cuando cuando, Cristo, el Novio, viene (cf. Mt 25, 1-13).

¡Feliz y fructífera Semana Santa!

Diego.