"Era mi primer año en la universidad y recuerdo que la mayoría de mis amigas tenían novio, yo quería saberme especial para alguien también y fue así como conocí a esta persona quien sería mas adelante “mi novio”. Pues el cuento corto es que al paso del tiempo mi idea de sentirme especial y amada por alguien no estaba dando resultado, me vi envuelta en una relación que lejos de todo aquello que mi corazón anhelaba me produjo mucha soledad y tristeza. Siempre fue fácil para mi definirme a mi misma, como una persona alegre, pero ahora esa persona, aunque por fuera manifestara felicidad absoluta, por dentro estaba rota a pedazos.

 

Lloré y lloré y no encontraba una salida. Una noche estaba tan molesta conmigo misma y no sabía a quien acudir, recordé que cuando era pequeña siempre fue muy unida a Jesús, lo frecuentaba en la oración y me dormía pensando en Él, pero me daba temor mencionar su nombre porque no me sentía digna ni de pronunciarlo, le había dejado en el olvido y lo había sacado de mi vida, así que acudí a mi Madre del Cielo. Al  principio solo pronunciar su nombre fue como romper cadenas en mi vida, no me cansaba entre lágrimas de llamarla una y otra vez: ¡MADRE! ¡MADRE!

 

Esa misma noche tomé una decisión, buscar la felicidad verdadera de la mano de mi Madre.

Pocos días después terminé mi noviazgo, no fue fácil decir adiós, pero pude experimentar una libertad en mi interior que a pesar de la tristeza me producía una gran paz. También deje atrás a quienes llamaba “amigos” y aunque parecía que de la noche a la mañana había cambiado, fue realmente resucitar. 

 

No fue un camino fácil, pero Su amor y compañía, no me faltaron nunca. A través de María regresé al amor de mi vida, al único amor que me llena. Busqué los sacramentos y busqué formarme, Dios fue colocando personas en mi vida que me permitieron conocerle más y tratarle mejor. Desde entonces mi vida no es que haya sido a tonos pasteles, la cruces no me han faltado y los tropezones han abundado, pero digo: ¡gracias a Dios!

 

Hoy por hoy vivo comenzando y recomenzando, sin temor a buscarle siempre, porque Él me espera y me ayuda, me quiere tal como soy y no tengo que buscar encajar en moldes para agradarle, solo debo dejarme amar y corresponder a su amor; me sé su hija, la niña de sus ojos, mi vida está llena de amor y lo mejor es que soy correspondida".

 

Rebeca